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19-10-2011 |
En cien metros finales, Cristina con la fusta bajo el brazo
Emilio Marín
La ArenaEsa expresión turfística significa que Cristina Fernández está ganando con tranquilidad y sin apuro la carrera. Las encuestas y la sensación térmica coinciden: la elección del domingo próximo está definida.
Hubo un tiempo en que los comicios provinciales y nacionales solían terminar con resultados muy equilibrados, casi de empate técnico. En 2007 Juan Schiaretti le ganó la gobernación de Córdoba a Luis Juez por un puñado de votos. Pero luego, excepto la última elección en Chubut donde el sucesor de Mario Das Neves ganó por una levísima ventaja, las distancias entre el primero y el segundo han sido considerables.
Las diferencias amplias fueron positivas en un aspecto: los perdedores salieron rápidamente a admitir su derrota. La provincia en cuestión se ahorraba así muchas polémicas y dudas sobre el que resultaba electo y debía gobernar.
Todo indica que las presidenciales del 23 de octubre confirmarán la tendencia, de ganadores netos e indiscutibles, con un margen abrumador de sufragios.
La última encuesta de CEOP, publicada ayer en Página/12, otorga a la presidenta un caudal del 50 por ciento, con casi cuarenta puntos de ventaja sobre el segundo, Hermes Binner, que capitalizaría el 12 por ciento. Como Ricardo Alfonsín tuvo en esa medición un punto menos, esa segunda ubicación todavía no está asegurada para el santafesino.
Los dos candidatos que Horacio Verbitsky llamó del “peornismo”, Eduardo Duhalde y Alberto Rodríguez Saá, ocuparían la cuarta y quinta posición, con escuálidas cosechas. Otras mediciones, de Equis (Artemio López), tenían al puntano por sobre quien prometió vanamente que “quien depositó dólares tendrá dólares”. De todas maneras, si Duhalde saca unos votos más que Rodríguez Saá o si resulta a la inversa, eso no le importa en absoluto a la abrumadora mayoría de los argentinos.
Sobre todo el bonaerense es un cadáver político. Sintiéndose perdido, ha fugado hacia delante, con declaraciones contrarias al aborto y al matrimonio igualitario, buscando el voto evangelista y del sector conservador de la Iglesia. “Es un asesinato, un homicidio”, agitó con respecto al primer asunto, en oposición a muchísimas mujeres y hombres que quieren que Diputados empiece de una vez a debatir la despenalización del aborto. “No es posible que una mayoría circunstancial cambie la institución del matrimonio”, expresó sobre el segundo tema.
La aprobación de esa ley ha puesto a Argentina en una posición de vanguardia a nivel internacional, y Duhalde quiere volver al período anterior. Jorge Bergoglio puede estarle agradecido en lo íntimo, pero se cuidará de expresarlo públicamente por una razón obvia. Según el sondeo del CEOP, el “pastor” antediluviano mide sólo 8,2 por ciento de cara a las urnas del 23 de octubre.
Elisa Carrió está disputando la sexta colocación con el trotskista Jorge Altamira, arañando el 2 por ciento que sepultó hace años al radical Leopoldo Moreau. Carrió está terminando de devorar su última criatura, la Coalición Cívica, después de haber implosionado el Acuerdo Cívico y Social, y el ARI. Su especialidad es la denuncia, nunca la proposición. Y como todas sus agorerías fueron desairadas por la vida, Lilita cayó por su propio peso, que es excesivo.
Lo que está bien
La ubicación de los presidenciables en el podio está bastante clara, aunque pueda darse algún "sorpasso” entre el segundo y el tercero, y/o entre el cuarto y el quinto. Esa acumulación o pérdida de votos no ha sido arbitraria pues responde más o menos a lo que cada fuerza y candidato puso sobre la mesa.
Cristina marcha primera en las preferencias porque para la mitad del electorado hizo las cosas buenas como la Asignación Universal por Hijo, la recuperación de los fondos previsionales, la reactivación de la economía y la ley de medios.
La AUH está al tope de las preferencias de los encuestados, con el 38 por ciento de éstos. Fútbol para Todos, que tantas críticas concitó de la oposición, sería la carta decisiva para sólo el 12 por ciento. Incluso más abajo figura la ley de medios con 8,4 por ciento de las preferencias.
No hay que tomar al pie de la letra todas las encuestas, aún las coincidentes. Podría haber una deformación “profesional”, pero la importancia de la ley de medios de la democracia parece ser bastante mayor que la medida por CEOP.
Se cumplieron dos años desde que el Congreso votó esa norma con una mayoría amplia, pese a la obstinada campaña de Clarín y otros monopolios.
Esos intereses empresarios y sus aliados parlamentarios no se dan por vencidos y siguen disfrutando de las “cautelares” de jueces tan amigos como Eduardo Carbone en Capital. Así demoran la venta del excedente de licencias, que en el caso de Clarinete son más de 250. También quieren limitar el rol de las cooperativas en el nuevo espectro audiovisual.
Expresando su desconocimiento a la normativa, las minorías opositoras del Congreso no han designado sus representantes ante la Autoridad Federal. Es un boicot a la aplicación de una ley que no pudieron abortar en el parlamento.
Falseando la realidad, Adrián Ventura aseguró en “La Nación” (“Dos años de ley de medios con menos democracia”, 13 de octubre), “que en la actualidad hay muchos más medios oficialistas que antes y hay mucho menos pluralismo”. Para él el gobierno es el gran enemigo de la libertad de prensa, y por eso preguntaba, en rigor exhortaba: “¿Tendrá fuerza o valor la Justicia para ponerle un límite a las pretensiones hegemónicas del Gobierno?”.
En vez de poner la realidad patas para arriba, habría sido interesante Ventura escribiera unas líneas de solidaridad con su colega Claudio Minghetti, despedido por los Mitre-Saguier de la Sección Espectáculos, por haber escrito un comentario favorable a la película “Juan y Eva”.
Esa oposición a la ley no es “irracional”. Su “razón” de ser es mantener posiciones monopólicas en los medios y zafar del juicio por haberse apropiado de Papel Prensa mediante la comisión de delitos de lesa humanidad.
Esa negativa sistemática de Clarín se parece mucho al nuevo spot de Alfonsín, donde a regañadientes le dice a Cristina “probablemente usted vaya a ganar”, pero a continuación le espeta: “pero yo no le creo nada”. Lamentablemente para el candidato radical, la mitad del electorado sí le cree. La mayoría de los argentinos juzga con más objetividad que Héctor Magnetto si las medidas del gobierno son buenas, regulares o malas. Y vota en consecuencia.
Subjetividad y hechos
Un ejemplo de subjetividad mucho peor que el de Alfonsín fue el del ex marino al que su padre Raúl Ricardo ascendió en más de una oportunidad: Alfredo Astiz. En sus últimas palabras ante el TOF 5 que lo juzga junto a un lote de genocidas, el rendido sin honor en las Georgias del Sur se declaró un perseguido político. Luego de desconocer al tribunal que lo juzgaba como “especial”, dijo que la sentencia en su contra era un “linchamiento político”.
Cuesta creer tanta desfachatez en un asesino que secuestraba monjas para que fueran arrojadas desde aviones militares, que integraba grupos de tareas que torturaban a mujeres embarazadas y luego les robaban sus criaturas, etc.
El ex marino ha tenido un largo juicio con todas las garantías legales, el mismo que negó a sus víctimas. Ha contado con abogado para su defensa en juicio, lo mismo que los demás acusados. En todos estos largos años de impunidad a lo sumo recibió un huevazo en ocasión de entrar a Tribunales protegido por la Federal, nada más. El ultimó de un balazo por la espalda a la adolescente sueca Dagmar Hagelin. ¿De qué se queja?
Subjetividad por subjetividad, parece que la del titular de la Corte Suprema, contacta más con lo que hoy piensa la mayoría de la sociedad. Ricardo Lorenzetti declaró que ”los juicios por la dictadura son un logro de todos”. De todos menos uno, diría Mercedes Sosa. Bueno, de todos menos varios Astiz.
Siguiendo con las subjetividades, que no son inocentes porque contienen un claro interés político, hay que subrayar la de la cadena televisiva ABC News de Estados Unidos. En medio de una denuncia inverosímil del gobierno norteamericano contra Irán, por un supuesto plan para asesinar al embajador saudita en Washington, aquel medio agregó por su cuenta que también se preveían atentados en Buenos Aires. Solamente Mauricio Macri, la AMIA-Daia y “Gaceta Ganadera” dieron crédito a esas versiones tan subjetivas como interesadas en alinear a Argentina con Washington y producir un quiebre del incipiente diálogo con Irán.
Hay otros temas donde la subjetividad corre por cuenta del gobierno nacional, que debería atender más a esos datos de la realidad. Por ejemplo, hay un peligro cierto de que al compás de la crisis internacional, algunas empresas suspendan o despidan personal en nuestro país. Esto ya se produjo en Alpargatas y Acindar, y se anunció pero luego se dio marcha atrás en Fiat y Renault.
Cristina Fernández no puede aducir que sean situaciones inéditas. Esta película ya la vimos en 2008, cuando la industria automotriz batía record de producción y ventas pero a semanas del desplome de Lehman Brothers empezó a suspender y cesantear personal. Si vuelven con ese libreto hay que mandarlos a Hollywood y cortarles reintegros, subsidios y créditos blandos. Primero la Argentina y su gente.
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